domingo, 30 de mayo de 2010

Lo concreto como acción,
el beso, el abrazo,
las miradas, las pestañas,
las manos y sus falanges,
el camino, las sombras.
Allí, en ese accidente de la luz
nos hemos encontrado unidos,
fue casi la única forma física
en la que fuimos uno.
Recuerdo esa mancha gris oscura
en la calle tan iluminada,
ese momento, lo concreto de tu cuerpo
separado del mío por milenios,
pero siendo una tu sombra
con mi sombra,
una mancha gris oscura
como esperanza de amor,
como deseo concreto, concretado
en una forma amorfa
de la cual apenas se distinguía nuestro cabello.
Porque la luz del sol hubiese sido sombra
si mis latidos hubiesen podido iluminar
aquella calle,
tan efímero aquel momento
porque el día se acabaría
o nos separaríamos primero.

Había una vez


Había una vez un mundo
que estaba oscuro, desamparado.
Había una vez un alma
que vivía en otras almas
esperando la fusión.
Había una vez un hilo de agua
conformado por algunas palabras,
que se convirtió en un mar
cuando los vanguardistas
se tragaron las mordazas.
Había una vez un alma
producto de la fusión de dos almas,
nacida en un mundo oscuro, desamparado,
que se convirtió en sirena
para poder nadar
en las olas del mar que nació
cuando antaño los vanguardistas
se tragaron las mordazas.
Había una vez una sirena
que creía que no podía fusionar su alma
con otra alma,
que era feliz nadando
en el mar del los vocablos de vanguardia
a pesar de ahogarse tanto
las veces que moría en sus orillas…
Había una vez un destino
esperando calmo, mar adentro,
que la sirena llegara.
Ilustración de John William Waterhouse, "A Mermaid"